Nos conocemos y construimos a través de los otr@s y en relación con los otr@s. Por ello, el grupo es una excelente oportunidad para darnos cuenta de cómo nos vinculamos y cómo nos mostramos frente al mundo.
“El grupo terapéutico se parece a una familia, con figuras parentales de autoridad, hermanos o iguales, profundas revelaciones personales, fuertes emociones y una profunda intimidad, así como sentimientos de hostilidad y competencia” (Yalom). Por tanto, se constituye en un pequeño laboratorio donde, de forma protegida y segura, sus miembros pueden desplegar sus maneras cotidianas de relación, poniendo en juego sus dificultades relacionales y atreviéndose a explorar modos más nutritivos y gratificantes de relación.
La observación del proceso terapéutico de los otr@s ayuda a sentirse acompañado, a la vez que facilita el aprendizaje vicario, gracias a la resonancia grupal. El grupo permite como espacio de seguridad, la expresión emocional profunda en un marco de intimidad, y favorece la asunción de riesgos en la exploración tanto intrapersonal como interpersonal. Vivir la experiencia de aceptación, tal cual somos, por los otros miembros del grupo, cuestiona arraigadas creencias o miedos a ser rechazados, criticados o juzgados negativamente por los otr@s.